ELLA (Virginia)
No, no vengas a buscarme.
Las olas del Ouse ya me han sepultado.
Bajo sus caudalosas aguas
he querido dejar reposar mi cuerpo.
Piedras que fui guardando en los bolsillos
me llevaron hasta el fondo tenebroso.
No sufras, siquiera fue un momento…
ÉL (Leonard)
Y yo te busco pese a todo.
Te busco.
Regaño con el viento de marzo.
Y el viento me trae su desazón
y mil sombras que son cuervos.
Cuervos, negros cuervos…
ELLA
Calla…
Pronto se desharán las sombras:
los cuervos serán palomas.
Recuerda, recuerda que no existo,
que sólo estoy en las lindes de tu mente.
Áncora, áncora.
Pero no diré una palabra
que más atormente tu memoria.
ÉL
Un gorrión, pequeño y vivaracho,
sale volando hacia tu ventana.
Vuela.
Ya corro a perseguirlo…
Lo alcanzo…
Como un rodado de ónix
es cada uno de sus ojos.
Acaso veo en ellos tus pupilas.
Tu habitación está vacía.
¿Pero y mañana?
¿Vendrás mañana?
ELLA
No creas que he llorado por mi muerte,
pues la vida ya antes había perdido.
El río ha sido generoso.
Tú fuiste paciente y generoso.
¡Cuántas rosas florecieron!
¡Cuántas rosas se marchitaron!
Sí, los tiempos más oscuros volverían;
volvieron; ya habían vuelto.
Ahora, como espuma serán los años,
y como espuma se irán deshaciendo.
ÉL
Una atroz nota en mis manos.
La pallida Mors te ha herido: fin de viaje.
¿Inevitable?
Te has ido.
¿Para siempre te has ido?
ELLA
Las olas del Ouse ya me han sepultado.
Bajo sus caudalosas aguas
he querido dejar reposar mi cuerpo.
ÉL
El sol se ha puesto de mi lado:
brilla con la sinceridad de tus palabras,
con la fuerza de tu determinación.
El sol brilla, brilla indecentemente.
Pero tus pies estarán desnudos y fríos.
ELLA
¡Estallaban las rosas y los pensamientos!
Tanteaba la manera de sobrevivir.
Áncora, áncora.
ÉL
Muerte…
Tú te dejabas acariciar por ella,
casi te enamoraba su presencia,
posiblemente la amaras.
Que no querías morir, decías aquel día.
Habías muerto tantas veces
que casi no te creía.
O quizá te creí enormemente.
ELLA
Sabes que como un Orlando fui,
mas no me lo tengas en cuenta:
adoraba las perlas en mi cuello,
adoraba que me tuvieras junto a ti.
Tuyo fue siempre el gesto más amable.
Adiós, adiós, mi bien.
No, no vengas a buscarme.
Las olas del Ouse ya me han sepultado.