¡Maldito soplar!
¡Soplar delirante, inagotable, odioso!
Una ráfaga consigue desviarme del camino,
entretenerme con su volar vehemente.
Sólo el silbo del viento:
su locura loca revolviendo mis ideas,
su locura desatando la calma que los dioses,
un día, hasta aquí trajeron.
Si ayer lo firme había no es hoy sino delirio,
mezcla de respiros que convierten
el descanso en el esfuerzo más vacío
o más lleno de inquietudes y revueltas…
¡Oh!, frenesí que desgreña y desmonta,
que arrima un detestable sonido descosido,
inaguantable, desgarrado, indiscreto…
¡Maldito soplar!
Como sierpe que ondula entre mis huesos
es este aire, este viento, este bufido,
este arañar sin uñas, este aullido intermitente.
Algo salta, algo vuela, algo escapa…
Algo aún no ha llegado y ya se ha ido.
Se ha ido, se ha ido, se ha ido…
Y todo es movible, despeinado, delirante,
delirante, delirante, delirante…
¡Oh!, frenesí que desgreña y desmonta,
que arrima un detestable sonido descosido,
inaguantable, desgarrado, indiscreto…