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Irmina

Un pensamiento más que nada

Mis viejas amigas —viejas por antiguas—
poseen el don de otras mujeres.
Yo he venido a desacreditarlas,
pues permitieron que mis opiniones
aparentaran sinrazones cuanto menos.
Llamaban ellas al orden de sus felicísimas,
fáciles y estériles condescendencias.
«Excéntrica intolerante» pensaban de mí,
decían perdiendo toda tolerancia.
No sé qué es de ellas tan avezadas
en sus cosas, tan ponderadas en sus juicios.
Me es indiferente.
¿Será que vuela el lobo
y aúlla el gavilán?
No temo encontrármelas, pues ello
daría sentido a esa amistad que impugnaron.
Un tronco en medio del río es un cocodrilo.
Porto mi lábaro.
In hoc signo vinces.

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