Presiento que la púrpura de Tiro
no teñirá más cielo que tu cielo.
Mas tan puro crepúsculo anhelo
que no escondo que por él deliro.
Y si a nada más sublime aspiro
que al rojo y garzo de ese velo,
a los dioses suplico que en su vuelo
mi ocaso tinten sin darse un respiro.
Morfeo en su presa me convierte.
Y muerta de sueño aunque no quiera,
al véspero me encuentro con mi muerte.
Cada atardecida en que yo muera
que una luz enseguida me despierte,
pues no quiero ver un cielo cualquiera.