Sombras sobre sombras:
tarántulas deformes que soñante voy pisando.
Al relente, al relente, entre las blondas
y el primitivo gótico de las montañas,
un ciprés: único, cualquiera de entre todos.
Sobre mis sienes su oscuridad bendita.
Sombras que os rompéis en una esquina,
y en una esquina, moribundas pero aún vivientes,
jugáis al juego mortal de la existencia.
A mi encuentro el negro de unos ojos,
el temblor de lo que va acabando,
la decadencia de las formas,
el extinguirse sin morir del todo.
¡Oh!, trozo callado e ilegible de lo vivo.
Debajo o en lo alto del color dañino os contemplo,
en un infinito que siempre se renueva,
en ese físico constantemente imperdurable.
Sombras de los cuerpos, sombras, sombras,
demonios, que no sois sino demonios,
cambiantes agoreras, bichos indecentes, bichos.
Sombras que os rompéis en una esquina,
sombras de los cuerpos, sombras, sombras…
Y todo es mudable, alegórico, caprichoso,
caprichoso, alegórico, caprichoso…