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Irmina

Siesta

Diríase que el tiempo se ha dormido
como un niño chico entre mis brazos,
acunado en el silencio manso,
dulce, ambarino de la tarde,
inclinado el sol sobre sus párpados,
la imperceptible brisa en las mejillas.
Nada rompe el sueño de este niño,
nada termina su siesta sosegada,
nada ni nadie lo perturba.
Busco en un ángulo del firmamento
los momentos que han cesado,
la prisa del minuto ahora contenido,
el alma, la vida y hasta el pensamiento.
Todo acontecimiento se interrumpe.
Tal vez la noche nunca llegue
y desaparezca el tiempo para siempre.
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