Fragmento
Presumible prefacio
¡Qué importa en qué lugar o fecha transcurre este fragmento de mi vida! ¿Acaso importa mi nombre? ¿Quién sea yo hoy importa? ¿De dónde provengo es relevante? ¿Importan mi familia, mi condición social, mi sexo? Con el propósito de integrar una historia particular en un universo global y atemporal, evitaré estos datos y otros de parecida o de más personal índole hasta donde me sea posible. Aun así, el atractivo de lo abstracto se verá mermado, casi desaparecerá, puesto que no podré prescindir de las concreciones tanto como quiero y pretendo. Tampoco podré prescindir de mi tendencia al artificio —en el sentido de elaboración del texto—, por lo que me dejaré llevar por un instinto controlado. Más bien, todo quedará en un inútil propósito inicial de transmitir cierta imprecisión literaria. Pero, de alguna manera, persistiré en mi intención. Las palabras también persistirán en esa misma intención. Algunos aspectos de mi persona quedarán implícitos en el escrito. Las pocas conversaciones que en el texto aparezcan se ajustarán a su realidad más intrínseca, a pesar de que no serán trascritas literalmente. He de insistir en ese objetivo de dotar de alguna vaguedad personal un relato que precisa de mucha definición.
No contaba aún los cinco años de edad (reseña necesaria) cuando un increíble suceso sacudió mi espíritu procurándome algunas capacidades que considero excepcionales para tan corta edad: la conciencia de mi propio ser, el poder de discernimiento y la sensibilidad de la intuición (que no deja de ser parte de la razón).
Respecto a la estructura del relato y su porqué:
En el Apartado I, «Metamorfosis», reflejaré lo que, durante un pequeño espacio de tiempo (desde que acaeció el acontecimiento hasta, aproximadamente, un año después), puedo considerar como el estreno de esas capacidades mencionadas en el párrafo anterior.
En el Apartado II, «El suceso», por donde quizá debería comenzar el relato, daré cuenta del suceso y de las primeras reacciones que de él derivaron.
En el Apartado III, «Respuesta sin respuesta», se evidenciará el gran efecto que el suceso supuso para mi persona: la primerísima consecuencia, que se tradujo en un contumaz intento de acceder a una explicación de aquello que no entendía o que realmente no tenía explicación (aunque, mirado con perspectiva, fue poca mi obstinación).
En el Apartado IV, «Sombras», me atreveré a revelar unos versos propios. Será un gesto hacia el lector por hacerle verdadero partícipe de la historia.
Y, por último, puesto que es parte sustancial en la narración, redactaré lo que será un discutible epílogo: un final que ni siquiera se corresponderá con una conclusión categórica de los presumibles hechos acaecidos.
Metamorfosis
«Sapere aude»
Horacio, Epistolarum liber primus.
Densas e inquietantes sombras rodeaban la casa y se extendían lentamente hasta ocultarlo todo; y como si nada ni nadie pudiera sobrevivir más allá de la casa que esas densas e inquietantes sombras, creía que sólo donde me hallaba quedaba a salvo de ellas.
Sobre un taburete o de puntillas, me iba asomando a tantas ventanas como podía. De esta manera conseguía contemplar el prodigioso acontecimiento que era el anochecer. Y es que tal metamorfosis requería ser vista desde todos los ángulos posibles.
El retumbo del portón del jardín al cerrarse, como si de un reloj se tratara, marcaba la hora en que La Metamorfosis daba inicio. El metálico sonido producido por el portón era tan deseado como temido: repentino y ensordecedor golpe que sacudía en el aire su eco premonitorio.
Con el corazón palpitando en mis oídos, veía cómo el paisaje que había reinado durante el día se iba desvaneciendo y convirtiendo en un escenario desconcertante que, de manera inevitable, quedaba bajo el poder de las sombras… Todo, en definitiva, sucumbía a ese dominio.
Poco antes de que la oscuridad fuera completa, una bandada de aves atravesaba el brumoso y espeso cielo. En la embestida aérea, los pájaros lanzaban graznidos de socorro, puesto que las sombras pretendían darles alcance. Disponía de escasos segundos para observar el vuelo, ya que los pájaros desaparecían pronto de mi campo de visión.
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