I
Cuando participábamos del cielo,
nuestra morada, nuestro cobijo,
nuestros corazones estaban exentos de daño.
Volaban como aves nuestras manos.
Y nuestra mirada contemplaba el infinito
y se entretenía con cada mínimo detalle.
Éramos niños.
Ahora, excepto porque recordamos,
sabemos que no estamos vivos.
¿Respiramos todavía?
¡Cómo no arrepentirse de lo ya vivido
si esa fue nuestra cierta pero terrible historia!
¿Quién nos quitará este dolor
que el tiempo nos va trayendo?
Ante la perversa memoria nos hallamos.
II
Al véspero me he extraviado
y como fugitiva entre las sombras camino.
Viejos monstruos me acompañan:
vienen conmigo en todo momento,
conmigo están día tras día.
Desenvaino mi espada y lucho como puedo,
pero ellos me tumban de un solo soplo.
¿Acaso es cierto que estoy viva?
¿Encontraré alguna vez esas horas bellas
que tan lejos se fueron?
Voy tras ellas como enloquecida.
Nunca volverá a ser noviembre.