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Irmina

Probablemente

Probablemente nadie en mis razones creerá.
Es tan ininteligible la sutileza,
tan dificultosa que, más que emocionar, incomoda:
la fatiga de lo discorde y desacostumbrado.
¡Ay!, nadie hurga entre las sombras por hallar
la claridad de la mañana.
A la miseria de brillantes espectros,
de luces y criterios que sus límites rebasen,
uno la miseria del sentir ajeno.
Ante mí cruzan ágiles demonios,
tan desordenados que salen despedidos:
anhelan entrar en la órbita de la torpeza.
¡Ay!, es tan ininteligible la sutileza,
tan internamente insoportable.
En el deslucido Occidente
cada sombra se repite. Cae la bruma.
Cae la bruma del crepuscular otoño…
Se escucha la parola entre el viento…
Hoy quisiera conformarme con su simpleza,
pues es esa ligereza la que triunfa,
la que no deja de crecer y de expandirse,
la que se dispersa como germen mortal.
Se escucha la parola entre el viento:
se eleva con su leve peso.
Probablemente nadie en mis razones creerá.
¡Ay!, es tan ininteligible la sutileza,
tan dificultosa que, más que emocionar, incomoda.
A la miseria de brillantes espectros,
de luces que desborden los pensamientos,
uno la miseria del sentir ajeno.
¡Ay, ay, ay!
Desaté la furia de los dioses,
maldije cuanto salió a mi paso,
me arrastré sobre los versos que me hicieron.
Nadie en mis razones creerá.

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