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Irmina

Prímula naciente

Hay un sentimiento en mí cautivo.
Quiera el tiempo, como a flor incauta,
deshojarlo o volverlo desvestido y flaco tallo
del esplendoroso árbol que lo guarda.
Porque es vástago de la rama preferida,
que nace como retoño silencioso,
que derrama a la vez que mantiene
su nervio glauco y serpentino.
Hay un sentimiento en mí cautivo.
Es un viejo sentimiento: cierto, cierto,
inconfundible, que siento afectuoso
y esquivo a un tiempo, que revuela
y revuela mis sueños cada noche.
Es un sentimiento cercano, inaccesible,
absurdo, que quiere alborotar el alma,
que contento canturrea en la memoria,
que es algo más que sentimiento.
Cuántas veces en la noche siento
cortejar tu corazón al mío,
el cendal sobre el desnudo cuerpo,
rúbeas rosas alumbrando mis mejillas,
céreos nardos en tus manos y tu frente.
Hay un sentimiento en mí cautivo,
cautivo, cautivo…

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