I BISOÑO TIEMPO
Este «hoy» que va añascando de lo viejo
es, al fin y al cabo, bisoño tiempo.
Es un tiempo inasible, aunque presente,
que no se ilustra por pasado alguno,
que ignora y consiente su destino.
Aficionado es a crearse sin saberse
este «hoy» que ni a sí mismo se observa.
Este hoy, a lo sumo sólo hoy,
no descuella sino por inexperto.
¡Oh, bisoño sin remedio!
¡Sin remedio!
Si esquivar pudiera este presente,
ocultarme de él —terco condenado—
o en sus espaldas temblonas y estrechas,
como una niña, no dejar de columpiarme.
Si abrazarlo pudiera, si pudiera;
si pudiera asirme a él con fuerza;
si convertirlo para siempre en infinito pudiera…
Pero ahora se me escapa,
se me escapa por los lados este tiempo.
¡Oh, bisoño sin remedio!
¡Sin remedio!
Este «hoy» de mercurio incontrolable
y caprichoso, que se curva cual lágrima
de plata en un perfecto desconcierto
es, al fin y al cabo, bisoño tiempo.
¡Oh, bisoño sin remedio!
¡Sin remedio!
II SIN TÉRMINO PRESENTE
Pero existe otro presente,
todo un sin término presente
que me pertenece desde siempre:
herrumbre en nuestros cuerpos,
alumbre de la tierra,
seres que se han ido devorando,
negra cendra en limpias frentes.
Todo ese sin término presente
me pertenece desde siempre.
Pero el tiempo no regresa.
Y no lo puedo ir a buscar.
Mas es ahora…
Es ahora con toda su trascendencia.
Es un ahora de nuevo:
ileso, flamante, desconocido,
perfecto, único. ¡Único!
Todo este sin término presente
me pertenece desde siempre.
