Huye, nada hay aquí que te retenga.
¿Acaso quieres sumergirte en un cielo
de espantosas y salvajes olas?
Aún hay tiempo, escapa, desbándate,
ábrete paso, sal volando al infinito…
Sabes que a mí ya nada me consuela.
Sólo la imaginación me queda.
Poco me parece:
despertar un día entre caléndulas,
y que el viento remueva mis plumas
y mi pecho vivamente hinchado.
Pero huye, huye tú, sal volando,
busca un vértice por donde te liberes,
por donde quepa tu pequeño cuerpo.
Tú quisiste quedarte en este mundo,
prolongar una exigua y absurda vida,
como si ésta fuera perfecta.
Abre el pico y canta tu agonía, pájaro.
Canta, pues el llanto del ave no existe.
Yo, mientras, navegaré cabeza abajo.
Iré a estrellarme contra la dura roca
para que mis sentimientos se desgranen
y sean alimento para otros.
Nadie nos dijo qué cosa era esta.
Te conformaste con un solo parecer;
a eso te aferraste un día,
y ahora no te queda otra que aguantar.
No, la vida no es lo que creíamos.