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Irmina

Naturaleza III

Llega el invierno desvariando,
creyendo en el encanto de su sol liviano,
seguro de que logrará su cometido final:
dejarme fuera de combate.
Y es que hoy el frío congela mi corazón,
como si hubieras dejado de quererme.
Nada hay que yo pueda agarrar:
ni tu mano ni estas flores de cristal, nada.
Ojalá la llama de mi amor,
a fuerza de arder, el hielo deshiciera,
ay, pues esta Naturaleza perversa
deja los campos callados, dormidos,
muertos, diría, salvo porque siento su fatiga.

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