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Irmina

Naturaleza I

Crees que estoy adormilada bajo el verde tilo,
pero pienso nada más. Sólo pienso.
No quiero despojarme de mi gesto de cavilación,
a pesar de esta aparente siesta matutina.
Estoy dispuesta a aburrirte,
a decirte que la Naturaleza está en nuestra contra.
El sol me abrasa con sus potentes rayos.
Mañana la lluvia querrá bendecirme a su manera
y el trueno hará saltar mi corazón en pedazos.
Ayer el viento revolvió mi cabello recién peinado
y sacudió mis pensamientos hasta hacerme enloquecer.
Es lo perverso de la Naturaleza.
Sabes que no tiene límites
y que conseguirá que la nieve cuaje en mi cuerpo tibio
o que el calor me provoque un desmayo.
¡Qué aves son estas que cantan desaforadamente,
que no tienen sus voces debidamente afinadas
ni sus alas dispuestas para el vuelo!
Ahora, una urraca sostiene mi mirada
con todo el desdén que es capaz de sentir.
Quizá pueda comprender mi martirio.
Si me acerco al mar, las olas batidas por el viento
salpicarán mis ropas perfumadas y costosas.
Las rocas desde las que me asome entorpecerán
la marcha calmosa y firme de mis pasos,
los que doy buscando el lugar perfecto.
¡Ay, si todo fuera un triste sueño!
Pero las moscas vienen a revolotear mi cara
y a posar sus finas patas en mi boca.
Tantos enemigos dispuestos a la lucha
me convencen de que la vida no es un sueño.
No estoy adormecida. Pienso nada más.
Aquí, devanándome los sesos.

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