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Irmina

Mediodía

Un mascarón de roca ardiente
me sorprende en el camino.
Reina inmenso astro sobre el mundo.
Cae el astro…
Cae…
Va cayendo sobre el aceitunado del enebro,
sobre el turbión de insectos navegantes,
sobre la campana que toca a muerto.
La luz me fatiga con su devastadora fuerza,
con su incandescencia de verano.
Me fatiga, me fatiga la luz con su fulgor.
Y todo es resplandeciente, suntuoso, violento.
Con su rico barroquismo siento el mediodía.
Un sablazo me abre en dos el corazón.
Una chicharra cuando la fresca busco,
pero nada encuentro sino fuego.
Un cendal puesto sobre el astro
—bálsamo para mis ojos— me adormece.
¡Al fin el gris entre los fuegos!
A la luz divina de un rayo se trastorna el cielo.
El cendal desaparece.
Y todo es soberbio, lujoso, intenso,
intenso, intenso, lujoso…
La luz me fatiga con su devastadora fuerza,
con su incandescencia de verano.
Me fatiga la luz con su ofrecerse.
Me fatiga, me fatiga, me fatiga…

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