Para ir al inicio pincha mi nombre:

Irmina

Luna rotante

Qué será de esta luna —¡cuánta tortura!—
que de cuando en cuando me desquicia,
que transforma mi cuerdo saber en poemas
de irrisorios y quejosos versos —¡oh, suplicio mío!—.
Luna de tanta nevada como fuego,
te me vas arrimando,
vienes hacía mí con tu aureola de mil rayos:
me perturbas —¡ay!, loco momento—.
Más afán que el mío porque no ruedes
es el tuyo por disuadirme de pamplinas.
Imaginaré esa parte de ti que no veo
aunque nos voceen voces vocingleras
y falsos lunáticos del mundo entero.
Yo no me rindo a la mecánica del cielo
que a ambas nos va rotando a su antojo.
Sé que me entiendes: estoy al tanto.
Pero no disimularé mi congoja por no verte.
Quiero tenderme al sol de ese lado de ti
por el que algo aturdida me encuentro.
Mas me acomodo bajo las lanzas de nácar
que están ya apuntando a poniente.
Filtro mi aliento y desplazo la niebla tupida
que nos hace penar —¡ay!, triste lamento—.
Me muestras una superficie plácida, callada,
a veces rosa, a veces de piedra, a veces de gas,
¡quién sabe! —¡ay!, mi castigo y el tuyo—.
Hemos rotado las dos a un tiempo.
No es posible no hacerlo…
Giramos, giramos, giramos…
Existe un impulso celeste que aunque no quieras
nos va convirtiendo, nos convierte.
Giramos, giramos, giramos…

error: El contenido está protegido