Para ir al inicio pincha mi nombre:

Irmina

Luna de cadmio

Tantos éramos y estábamos,
tantos estábamos y éramos
bajo la luna de cadmio
que como un eco en la tarde
sonábamos…, sonábamos…
Pero una voz se escapaba del eco,
del eco taciturno, molesto, opaco.
Era una voz, sólo una,
la voz que se fugaba
—voz de un blanquísimo azulado,
como la luna de cadmio—.
Tantos éramos y estábamos,
tantos estábamos y éramos.

error: El contenido está protegido