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Irmina

Las mentiras

Las mentiras forman parte de la vida.
Incluso tú, que traes hoy un pliego
de acusaciones contra mí, eres una mentira.
También lo son mis vecinas,
que suben y bajan la escalera sin mirarme
porque se sienten avergonzadas
de no ser más que acérrimas vecinas.

Ellas, las pobrecitas, no me conocen,
no saben de mí ni mi nombre.
Piensan que salgo por el Este,
como el astro Sol cuando amanece.
Pero si la Tierra está flotante
—su velocidad orbital así la mantiene—
en cualquier punto del Universo…

Mis vecinas no tienen más referencias
por las que guiarse que sus mentiras.
Y acaso no se desorientan,
pero en nada pierden el Norte.
No saben que la puente cruza el río
y que por los ventanos me enseño.
Mis vecinos hombres no me importan.

Yo siempre he vivido (ya no)
dentro de un bote de melocotón en almíbar.
Allí escondí mi carcaj de flechas y mi arco
como quien amaga sus maldades.
De alguna forma,
el almíbar neutralizaba mi espíritu.
Nadie se dio cuenta de ello.

Ahora me desplazo, sin reserva ni vergüenza,
dando a conocer sentimientos que no tengo.
¿Que por qué?
Porque las mentiras forman parte de mi vida.
Y de la tuya también…

Crees que luzco gorguera de encaje italiano,
cuando en verdad es sólo mi corazón
el que se viste con el lujo de la Génova barroca.
Y es cierto que vengo de lo más florido:
la singularidad también forma parte de mi vida.
Es por eso que no puedes ni verme.

Mis vecinas tampoco pueden verme:
han abierto sus neveras, rebosantes de escarolas,
para que mi corazón se hiele.
Cambiaré el encaje italiano por fustán.
Y mañana, el fustán por sayal.
Pero no lo creas:
mi estilo no es el tuyo.

Las mentiras forman parte de la vida.
No te miento.
Mi arco y mi carcaj de flechas
están bajo las aguas de un pantano,
cubiertos por el lodo y la oscuridad.
Las verduras de mis vecinas se han descompuesto.
Y yo he salido por cualquier parte menos por el Este.
¿Por dónde vas a salir tú?

Este poema, que acaso ni lo es,
pasará por delante de tus dormidos ojos,
lo arrugarán tus temblorosas manos.
Déjalo, déjalo en el aire al menos.
Y si algún día me encuentran
colgada de una nube enmohecida,
será que de pena he muerto.
O quizá mañana, como ménsula,
yo te acabe sujetando.
Ay, más mentiras te diría que son verdades.

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