Amar más a la flor no podré que a la palabra,
pero en mis versos es partícula palpable,
perfumado, insistente, obstinado símbolo.
Y entre tanta pasión, desventura, vida y muerte
es su ser quien me sugiere, quien la inspiración provoca,
quien es motivo, pretexto, expresión y consecuencia.
Fragmentos de algunos poemas
(En móviles, usando la orientación vertical, los versos pueden quedar fraccionados. Por ello, es recomendable cambiar a la orientación horizontal)
MI ROSA AMIGA
Rosa con rosas me agasaja,
ya que en sí sujeta la venganza:
la espina fatal de su atrayente esencia.
Pero no es la elegancia de su forma
sino una inevitable estratagema por,
al fin, verme al aislamiento postergada.
¡Qué Rosa o rosa es esta
que hinca sin dudar su inevitable púa!
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CAMELIA
¿No es camelia tan hermosa
que porque no pretende serlo
aún más bella y singular parece?
Tan perfecta que temo dañarla;
tan gentil que desea complacerme;
tan cuidadosa que, en el pecho,
quiere ser el broche que sujete mi alegría.
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CONDALIA
No te conozco, Condalia,
mas sólo por tu nombre sé que te quiero.
Sospecho, Condalia, que tu piel es cobriza y tibia,
o de un fresco ceniciento que no consigo imaginar.
Creo que tu cabello es tan oscuro y brillante
que acaso parezca un mirlo en extendido vuelo.
Sospecho que tus labios, de un rojizo afrutado, te pronuncian,
te dicen a ti toda y te preguntan que quién soy yo…
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ECO Y NARCISO
Un bosque en reposada sombra,
una luz ligeramente imaginaria,
una flor de oro en mi pecho retenida.
Conmovida está mi alma
por la hermosura que desprende
una silueta que se acerca.
Es Narciso, que viene hasta mis brazos.
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En el agua, donde su imagen se detiene,
se sigue contemplando.
Pero el ser enamorado, muerto,
inexistente que allí habita lo repudia
con la insolencia de lo bello.
Pone una flor el cielo donde se puso el beso.
¡Donde una flor se ponga, bello Narciso,
se ponga la hermosura eterna!
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OFELIA
Para recordar, romero.
Para los pesares, pensamientos.
Tantas Ofelias como flores fueron.
Tantas Ofelias como flores son.
Hinojo, aguileñas, hierba de la gracia
regala Ofelia entre realidades y demencias.
Una margarita entre sus manos.
Noche y viento al corazón.
¡Al corazón!
Las violetas se han andado con los muertos.
¿Para qué vivir?
¿Por qué morir?
Donde crece el sauce oblicuo,
donde el inclinado sauce habita,
perfumadas guirnaldas hace Ofelia
con ranúnculos, ortigas, margaritas y orquídeas.
Mientras, la ausencia del ausente
—Hermosa Majestad de Dinamarca—
y todos sus divinos juramentos…
¿Quién dijo amarla?
¿Quién?
Cantando, cantando Ofelia.
Cantando Ofelia. Y muriendo.
El amor de un día y el quebranto
rondan por su mente deslucida y paseante.
Cantando, cantando Ofelia.
Cantando Ofelia. Y muriendo.
Muriendo en el cielo del agua calma:
calma, calma tal que el agua quieta.
Para dormir tanto pesar.
Para dormir tanto pensar.
«Flores sobre la flor».
«Flores sobre la flor».
Tantas Ofelias como flores fueron.
Tantas Ofelias como flores son.
MI JARDÍN DE LOS ENCANTOS
Bajo las sóforas, en brazos de Morfeo,
me parece el véspero más bello.
Escarlata de ababoles en mi pecho.
Nieves del aire que he bebido,
arrancado a las blancas azucenas.
En mis venas, un sopor mortífero,
un murmullo de pétalos ardientes,
la fiebre turbadora: ausencia total.
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Donde el arrayán sus leves corazones,
donde las sisellas su canto acunador,
sueño, sueño, sueño…
Y soñando y hechizada y embriagada,
apenas sí me encuentro.
¡No me encuentro!
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En mi Jardín de los Encantos
son los sueños perfumados por los cidros.
Ya sueña la flor de luna. Sueña…
Sueña la enamorada de los muros
cuando el baladre mata sin conciencia
empujado por los vientos de poniente.
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Me he convertido en tormenta.
Sueño que regaño con el cosmos
—los astros en adobo sumergidos,
los planetas apagados y humeantes—.
En cada convulsión del vendaval,
que lanza rizomas y sarmientos,
crisantemos anastasia y panfletos,
me despierto. Volando me despierto.
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Ando sobre la nieve y el fuego
de cientos de miles de corolas.
Ando y sueño. Y sueño y ando,
pues no quiere el alma distraerse.
Pero no te hallo, Sombra amada,
no te encuentro, no me encuentro.
Me he perdido entre mis sueños.
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Yo estoy arrumbada en un jergón de mejorana
—harta quedé del cinamomo que me acogía—.
Veo la camomila explayarse a ambos lados del caminillo
algo rizado y estrecho, del caminillo nada oblongo,
del caminillo nada intenso que lleva a los Jardines de Versalles.
Me consta que desde allí hasta la región de Pilbara
no hay más que diez centésimas de un metro.
Pero no me interesa alejarme lo más mínimo,
pues no quisiera despertar de mi soñar.
Ha intentado espabilarme el petirrojo.
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Mis flores son esmeraldas:
tienen la dureza cristalina.
Me alegro de haber conocido a Robinia.
Dice que yo entera soy una flor.
Cuando asomo mis manos por mi pelo,
sé que no lo soy. Sé que no soy una flor.
Pero bajo la nubosidad de mi frente
cuelgan las flores rosadas y violáceas
del arbusto junto al que reposo.
Oh, mi Jardín de los Encantos.
Oh, mi Jardín Infinito.
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MARTILLITO DEL ALMA
Hoy he muerto.
Continuamente muero.
¿Por qué es tan sencillo morir?
¿Por qué de entre mis esquilmados yos
el más bello es aquel que muere?
¡Clavelito rojo: martillito del alma
con que clavas tu alegría!
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ASÍ QUE LA VIDA
Así que la vida comience a despedirse,
perfumaré mi cuerpo con lavanda.
De palcos, lucernas y balaustres
descolgaré ramas de muérdago y acebo.
Crisantemos en las estaciones todas.
Prímulas nacientes cada día.
Enredadas en mi pelo las petunias
aunque los cardos al alma se me agarren.
Sobre el descarnado de la muerte
dejará la rosa un rastro de belleza:
su acicalado de mujer pondrá
en mi devastado reino de mujer.
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EURÍDICE Y ORFEO
Me convoca Orfeo a un íntimo encuentro,
pues soy yo la elegida de su corazón.
«Eurídice», me solicita con ternura.
Entre las sombras y el fluir del viento
alcanzo a escuchar mi nombre,
que es canción en su garganta de poeta,
en su voz tersa y complaciente.
Hace sonar Orfeo su lira con esmero
—el arqueado cuerpo entre los dedos—,
acaso no pudiera ya mañana o nunca
serenar mi ánimo encendido.
¡Qué prodigiosa es cada nota
en sus manos tañedoras!
Basta la inspirada ejecución
para, sencillamente, enamorarme.
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