Nada más, nada más quiero,
nada más que sentir el aliento de la flauta.
Siento la estridencia de un chillido,
el espesor creciente de un rugido,
el profundo murmullo de los mares
o el liviano vuelo de un insecto.
Siento una casi afónica garganta,
el vibrar del aullido melodioso,
el tronar argentado de los cielos,
una voz opaca y empañada.
En calmoso respirar o fiero silbo
escapa el aire de una flauta.
Nada más, nada más quiero,
nada más que sentir el aliento de la flauta.