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Irmina

Júpiter

Aparta Aurora lo oscuro de la noche
y con tristeza abre una altísima lucerna.
Sobre cárdenas violetas llora, llora;
va llorando amargas gotas de rocío.
Ya derrama Sol la luz más cegadora
y Luna esconde su blanco de camelia.
«Júpiter:
El águila, el rayo y el cetro te asistan,
pues suerte ninguna podrás cambiar,
ninguna razón o corazón mudarás.
Nunca el tallo de una rosa
dejará de sangrar tu mano.
Nunca el laurel, el mirto, el silfio,
la vinca, los ruscos y el acanto
faltarán en nuestro jardín sagrado.
Jamás el jazmín perderá su aroma.
Responde, responde…
¿Acaso cesará el frío del invierno?
¿Acaso su instinto cambiará la bestia?
¿Acaso no dará vida a la flor la savia?
¿No rebosarán de azul los lirios?
¡El poder, el juicio, la voluntad,
la fuerza, para qué! ¿Para qué?»

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