Rukiya conoce cada una de las flores que habitan y adornan el planeta Tierra. Es debido a su memoria prodigiosa. Pero, además, Rukiya posee la facultad de la intuición; aunque ello no la aparta en absoluto de la lógica, ya que el razonamiento y otros factores de la inteligencia alimentan el subconsciente. Ella misma, Rukiya, dice llamarse Rósula, por esa querencia suya a lo natural y puro.
Durante un tiempo, el inmenso peso de la duda distrajo a Rukiya Rósula (la duda florece y prospera en las mentes más perfeccionistas, es inevitable). Rukiya Rósula se dedicó, entonces, a cultivar exóticos ejemplares de flor, como el loto indio (Nelumbo nucifera).
Por ese afán y entusiasmo (a veces, arrebato) porque sus flores embelleciesen los páramos más sombríos y tristes, me permito felicitarla. También es merecedora de mis felicitaciones por su valor y atrevimiento.
Salomón está interesado en las fuerzas de la Naturaleza: pura física. Por eso, a su nombre ha sumado el de Sansón.
Salomón Sansón ha perdido la noción del tiempo, algo fundamental en lo tocante a la materia. El tiempo lo persigue: acabará desmontando el reloj astronómico de Praga por ver si éste se detiene en el momento más dificultoso, ese que nadie desea. Pero lo más increíble es que Salomón Sansón sería capaz de armar nuevamente su mecanismo. ¡Qué lucidez la suya! ¡Qué claridad de pensamiento!
¿Qué ser afortunado puede disponer de su tiempo con total libertad? No deberíamos ser esclavos de lo que nos lleva ese tiempo, esclavos de aquello que nos lo ha de quitar.
Un día, Salomón Sansón permitió que volara el pensamiento, permitió que se volarán los laureles de su frente. Me intento mentalizar de que no le importa demasiado… Nadie lo convencerá de aquello que contraríe su parecer.
He de colmarlo de parabienes por su testarudez y por su rebeldía. Pero quisiera que luchara contra el fiero león que acecha tan de cerca…
Sea como sea, Rukiya y Salomón son dos seres sorprendentes, extraordinarios, únicos.