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Irmina

Ícaro

Alcanza Ícaro los templados cielos.
Hacia el sol del mediodía vuela.
Se va alejando el alma distraída,
Creta va disminuyendo.
Halcones en prontos céfiros escapan.

Sobre las cumbres que vertebran el regreso,
sobre vertientes de amplias aguas,
sobre anémonas, tulipanes y orquídeas,
Ícaro, cual ligero pájaro de blancas alas,
cual ave de singular vuelo, navega.

Se adentra en forestas nebulosas,
selvas de cerúleas enramadas,
huertos donde titila el iris débilmente.
Y sólo escucha el pasar del tiempo
y el crepitar del astro enfurecido.

Samos, Delos, Paros, Lebintos, Calimna…
Ya el mar bajo su mirada se ha desdibujado.
Al sol abrasador se acerca Ícaro:
sus alas de cera se deshacen sin remedio.
Agita los brazos intentando sostenerse.
Ícaro se precipita…

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