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Irmina

Hijos

Ante la vida me presento a declarar.
El prodigio es saber hacerlo.
Al menos, el corazón está despierto
y quiere celebrar su propio fracaso.
¿Pero acaso está dispuesto a contar
por qué renquea y se ahoga y se acusa?
No conozco persona que se estanque
entre las Nueve Musas acomodadas
y bien visibles a los pies del Olimpo,
que no congenie con alguna de ellas,
que se resista a la lira, a la flor o al cuchillo.
Voy a callar crueles versos,
ahora que bajo el brillo de su mirada,
mi hija, mi amada hija,
me enseñará lo esencial de la vida;
ahora que mi hijo querido, mi hijo,
me sujetará con sus fuertes brazos.
Será la hora en que rebose el corazón.
Hijos: no puedo no adoraros.

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