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Irmina

Hay que acabar con mayo

Hay que acabar con mayo,
tallar sus días a cuchillo,
dejar que la tormenta, bronca
y excesiva, no halle lugar donde caer.
Lucila arremete contra mí
en este quinto mes del año.
Su llanto en la noche es hielo puro,
cristales que bajo mis pies se rompen.
Una y otra vez mi dulce monstruo
en las témporas del verano se escuda.
Nunca me dará tregua Lucila.
Quiere hacer de mayo su morada.
Mayo, mayo…
Ojalá un vahído se lo lleve para siempre,
ojalá el ensombrecerse de sus tardes
no de paso al esplendor de la aurora.
Gruñe Lucila, mi intratable amiga,
mientras al sol se acicala el alma,
mientras yo —gloria en las alturas—
pretendo que un sueño nos cobije.
Hay que acabar con mayo,
atravesarlo con envenenadas flechas,
no dejar que el negro mirlo
confunda en los crepúsculos su vuelo.
Una y otra vez, mi salvaje niña
en las témporas del verano se escuda.
Nunca dará tregua Lucila.
Quiere hacer de mayo su morada:
orquídeas, rosas y ababoles…
Me inquieta ese bullicioso carnaval.
¡Oh, ¿por qué no acabar con mayo,
arrancar su nombre del anuario,
dejar que las abejas lo acribillen?!
Mayo, mayo…
¡Atadlo, atadlo con hilo de bramante,
cerrad sus párpados azules y rosados!
Hay que acabar con mayo…

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