Para ir al inicio pincha mi nombre:

Irmina

Fiesta

Ardiente de rojos:
arrebol de un campo de amapolas.
Y, como anómala situación,
una sombra de gasa que rasga,
que rompe, en el espinazo de la tarde,
toda mi felicidad. Pero lo prefiero:
prefiero este claror atardecido,
este humo nebuloso y fantasmal,
este palidecer de la naturaleza,
esta pictórica artística grisalla.
Me dejo llevar por la pereza
y acabo penando por un tiempo
ya perdido —viento norte—.
Feroces y enardecidos insectos
quieren libar el néctar de una fresia.
Y las novias, sumamente embelesadas,
lanzan al viento sus contentos ramos
—no sabiendo que, un día, todo acabará—.
Mas yo no pensaré en aquello,
en aquello que ha de borrar la memoria,
en aquello que ha de quedar en el éter.
Ardiente de rojos:
arrebol de un campo de amapolas,
escarlata de ababoles.
Y, como anómala situación,
una sombra de gasa que rasga,
que rompe, en el espinazo de la tarde,
toda mi felicidad. Pero lo prefiero:
prefiero este claror atardecido,
este humo nebuloso y fantasmal,
este palidecer de la naturaleza,
esta pictórica artística grisalla.
Una a una cuento las hortensias
que me han de aplastar el alma,
a pesar de mi vagancia extrema,
a pesar de mi desinterés por sobrevivir,
a pesar del abandono de mi ser.
Y en un recogimiento profundo,
elegido, persistente, doloroso
—conforme a mis principios—
elijo una flor y un final que me compense.
¡Oh, estallido de violento carmín,
borbotones de púrpura,
arrebol de un campo de amapolas!

error: El contenido está protegido