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Irmina

Fiesta

Del tallo cogeré una rosa
y a mi cabello daré su rojo hirviente,
su perfume generoso y liberado.
Nada de turquesa en el traje nuevo:
sólo color de fuego, como si la sangre
de mi cuerpo saliera a borbotones.
Estar alegre es un mandamiento,
pero yo me desangro por los cuatro costados.
Ay, madre, quiero irme de esta fiesta:
en este sarao no pinto nada.
En el talle pongo una margarita,
porque es el símbolo de mi persona.
Todos ríen porque parece enclenque;
no saben que tiene vida para rato.
«¡Qué delicada, qué discreta», dicen.
«Después de todo, no entiende nada».
Nada entiendo, nada.
Del pelo me arranco la rosa hirviente
y la pongo sobre el bordado de mi corazón.
La sangre de mi pecho mutilado
ha dejado el vestido ennegrecido, sucio, inservible.
Ay, madre, no quiero fiestas ni saraos.
Yo sólo quiero el azul de mi vestido.

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