Nada de lo que piense será cierto:
todo será una invención perversa,
digna de cualquier buen argumento.
Sabes que hice de la vida un drama,
que a duras penas he sobrevivido a ella,
que estoy contra las cuerdas.
Sí, he de enfrentarme a febrero,
ese mes que arremete contra mi razón
y destruye mi conocimiento.
Oh, oh, ha muerto la zumaya
y el río tiene un color gris y escarlata,
como de metal, óxido y sangre:
inmenso y rabioso, intenso,
frío , frío como mi alma, frío, frío.
No, no hay esperanza, no, no…
Ningún empeño valdrá la pena.
Voy de mal en peor,
de mal en peor…
Sólo quiero esperar la primavera…
Sólo aguardarla me consuela.
Pero he de enfrentarme a febrero,
plorar, plorar mientras las flores,
hundidas, rotas, se apartan de mi lado.
Oh, oh, ha muerto la zumaya
y el cielo tiene una apariencia pesada,
espesa, como de arbolado bosque,
densa como el pasar del tiempo,
apagada y extremadamente fosca,
fosca, tan apagada como mi risa.
Sí, he de enfrentarme a febrero,
buscar la manera de protegerme,
de guardarme de su triste presencia.
Oh, oh, ha muerto la zumaya,
y mi corazón, ¡qué locura!, es una roca.
Nada me importa,
sólo esperar la primavera.