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Irmina

El árbol

Canto al árbol de cansadas ramas
que levanta sus espinas hacia el cielo,
con tres hojas, tres, como tres alas
de un extraño insecto disecado.
¿Por qué su tronco desangrado,
sus cimientos desprendiéndose
del fecundo mundo que lo agarra?
Si lo arrulla el leve viento de la tarde
por un instante resucita.
Pero no hay fuerza ni puntal
que su moribundo corazón avive.
Junto a él las aves cantan y revuelven
esperando que por fin despierte
de su letargo interminable.
Quiere el árbol morir y desgarrarse
de la tierra que a la existencia lo ata.
Canto al árbol rancio, humilde, desplumado.
Canto al árbol de vacío vientre
porque deja que mis ojos lo contemplen
en el silencio vano de su sombra.
No pretendo de él apiadarme,
ni alimentar sus agrietadas venas,
ni llorar por la hermosura derramada.
¿Por qué no florece y me abraza
y me esconde entre verdísimas ramas?
¿Por qué no se encepa atrevido,
resuelto a libar del suculento suelo?
Sonrío por ver si lo contento,
pero su cuerpo cenceño sepulta
mientras levanta sus espinas hacia el cielo.
Canto al árbol de cansadas ramas
que levanta sus espinas hacia el cielo,
con tres hojas, tres, como tres alas
de un extraño insecto disecado.

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