Rodearse de brujas en un sueño de realidades;
vivir entre las lumbres y los cárdenos florales,
los vientres de piedra y los grises renegridos;
andar entre bellas perturbadas o viejas pervertidas.
Al grito de la noche, cuando la luna asoma,
la niebla se desboca entre amorfos corazones.
En la celebración más oscura y excesiva
se baila al son de la inconsciencia,
se danza a la sombra de Selene.
Óxido, ceniza y roña. ¡Brujas!
Se escucha el bramar de las montañas,
el silbo de los valles, el rugir de un mar distante.
Bebedizo de amores tragan las gargantas:
borrachera de violenta carcajada. ¡Alaridos!
Perfume de extrañas hierbas humeantes,
sonrisas indigestas y peinados flameantes
en una ceremonia que desquicia el alma.
Los calderos hirvientes burbujean.
Rodearse de brujas en un sueño de realidades.
Vivir, vivir entre el delirio de sus actos.