No podrás, si acaso quieres convertir
en vida aquello que ahora sólo te entretiene,
ser feliz. No serás sino, en tanto el voluble viento
te acompañe, como la hoja que seca se desploma,
la hoja desplomada, seca, marchita, inocente…
Inocente hoja, pero condenada a encontrar
entre miles de otras hojas descarnadas
un hueco, un hueco, el lugar del sacrificio,
el sitio donde ha de germinar la desgracia.
Tú, como la hoja muerta, seca, descarnada,
dejarás sobre la tierra el resto de la vida que te queda.
Y allí, socavada, ensangrentada de sombras,
inanimada, tú, la hoja, querrás perderte para siempre,
perderte entre miles de otras hojas muertas.
Y muerta serás nada, nada. Nada serás.
Besa tu alma, porque la eternidad es su privilegio,
el tuyo. Besa tu alma porque es fungosa,
como la visión de una nube de poniente,
porque es blanca, blanca, blanca…
Besa tu alma, porque la eternidad es su privilegio.