Vivo en Neptuno, un planeta helado:
mi condición de poeta me lo exige.
Añoro al astro Sol, ante el que un día
cruzaba el águila en su vuelo solitario,
bajo el que se doraba mi talento
y enrojecían el corazón y las rosas.
El astro Sol, más distante que nunca,
apenas ahora me calienta.
Y el águila yace desplumada y lacia
sobre los remotos cerros de la Tierra.
¿Mofarte de las Musas quieres?
¡Que mi estilete purgue mi alma
y que el hielo de Neptuno
conserve estos inservibles versos!
Acaso extraño ser los entienda,
ya que los moscardones que en tu frente
se han posado nublan tu pensamiento.
Ya nada importa.
Cruel torpeza:
has creído que cuatro palabras
y media vida merecen una corona de laureles.
No reto a tu razón.
No opto más que a mi complacencia
en la oscuridad de este planeta,
adonde la luz de Jovellanos no llega.
¡Azotan mi alma los vientos de Neptuno,
pero nada es comparable a tu ofensa!