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Irmina

A deshora

¡Qué a deshora llega el tiempo:
su fragilidad de porcelana,
su violento carmín,
su desolador cetrino,
su templado acero!
Pero no es lo que aparenta:
ya no es tiempo.
Es un largo hilo de seda
que no se deja cortar.
¡Que a deshora llega el tiempo,
que sin visos de acabarse se me agranda!
¡Qué dislate de tiempo que a deshora llega!
¡Qué desordenado «todavía»!
¡Que a deshora llega el tiempo!
Saber que miles de generaciones me preceden,
sentirme en tanto me perciba,
pasar de puntas sobre las malogradas horas,
dejarme existir en una única existencia
antes que de un zarpazo me muera el tiempo,
este tiempo que a deshora llega.
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